El árbol 1




El viento sopla de manera descontrolada, nadie entiende, es diciembre y empezó el verano. Agarro mis llaves, mi cuaderno, un lapicero y salgo de casa. Decido irme al jardín para aprovechar que está bajando el sol, fumar un cigarro y escribir. Caminando de manera lenta y pausada por el cansancio de las fiestas, levanto la mirada y la veo al pie de mi árbol favorito, al árbol a donde me estaba dirigiendo, al árbol que me da la sombra perfecta, al árbol que sus raíces me abrazan en momentos necesarios. 

Ella estaba ahí, leyendo, con sus lentes negros, un vestido de verano y su cabellera pelirroja que se mezclaba con la luz del sol.

Decidí sentarme un poco lejos de ella, aunque se había cogido mi sitio no había mucho que yo pueda hacer y preferí esperar que se vaya y posiblemente no verla nunca más.

Creo que no es secreto que soy muy mala coqueteando a las personas. Me vuelvo torpe cuando alguien me gusta, me choco con las cosas, tartamudeo, me da mucha sed y me tuerzo los tobillos en los momentos menos indicados. Debo tener suerte que a una mujer le agrade mi torpeza.

Ella se levanta del árbol y empieza a caminar hacia mi. Me puse nerviosa, me sudaban las manos. Dejé mi lapiz y me seque las manos en el pantalón mientras ella se acercaba más. Se puso al frente mio yo levanto la mirada haciéndome la interesante y sus cabellos brillaban de una manera que parecía el fuego más bello, hubo un pausa en el tiempo. Me saludó con un simple hola, yo le sonreí y le respondí el saludo. Luego me pide disculpas y me dice que se había agarrado mi sitio en el árbol - un globo lleno de agua se revienta en mi interior- esa fue la sensación ¿Cómo sabía ella que ese es mi sitio? ¿Me había visto antes? ¿Y por qué yo jamás la había visto? Le respondí media tartamudeando que no se preocupara que no era realmente mi sitio y que es un árbol muy bello para compartir. Ella se agacha pues yo estaba sentada en el césped y me dice que porque no lo compartimos. Mi corazón bombeaba esa sangre extraña que poseo a mil. 

Me levanté y fuimos para el árbol.

Me preguntó qué hacía en la libreta que tenía entre las manos y yo de manera rápida le respondo que nada importante. Ella con todo medio insistente me dice: eres escritora, y sin pasar segundos le respondo que no, que soy artista escénica... Insiste ella preguntándome que entonces qué escribía, en mi cabeza me decía: pensará que soy una cursi, le digo escribo poemas. Ella me mira y me pregunta: ¿puedo leerlo? y como pensando que será la única vez que la vea le doy mi cuaderno.

Son poemas si, poemas de deseo, sueños, pasión e ilusiones. Lo último que había escrito era 2 pequeños párrafos sobre ella. 

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